Antiguamente conocido con el nombre de Chasna, fue la cabecera de la amplia comarca de Abona.
Se cuenta que debe su nombre a la exclamación de un castellano-Pedro de Bracamonte- que, ante la aparición de una bella guancha, exclamó: «Vi la flor de Chasna», enloqueciendo de amor..
« Leyenda de Vilaflor»
El Capitán Bracamonte,
Romántico soñador,
Ante un altar llora y reza,
Ante un altar de pasión,
Que en su alma de enamorado
A una hermosa consagró.
¿Por qué tan triste y quejoso
El galán suspirador?
¿Por qué benigno y alegre
No llega un rayo de sol?
A rasgar las de su pecho
En nubes de desilusión.
¿Fue una loca aventura
La que preso le dejó
De tan febril arrebato,
De tan intenso dolor?
¿Fue alguna embaucadora
La que le hiriera a traición
Con la daga florentina
Del más puro desamor?.
Oigan, lindas tinerfeñas
Lo que dice en su aflicción,
A su compañero de armas,
El Capitán trovador:
-¿Por qué en el bosque una tarde
Mi ciego afán la encontró?
–¿Por qué la hermosa doncella,
Al oír mi amante voz,
Para mi bien y ventura,
Esquiva no se mostró?
–¿Por qué Fernández de Lugo
El bravo conquistador,
A estos alegres lugares
Mandóme de guarnición?
–¿Por qué la tomé cautiva
Cuando el cautivo era yo?
–¿Cómo olvidar a la Bella,
Si siempre viéndola estoy?
Así el Capitán convulso
A su compañero habló,
Recordando a la doncella
Que apellidaba a Vilaflor.
De ojos claros y serenos
Su vocecita cantó:
En un bello atardecer,
Agoniza triste el Sol,
Dejando en los horizontes
El rojizo resplandor
De una hoguera que se extingue
Por falta de combustión.
Y surge en el espacio,
Cuan ricas joyas de un dios,
Relucientes luceros
En incesante temblor.
A soñar la noche invita,
A soñar al trovador.
Se adelanta el jinete
En un caballo trotón,
Con armadura de acero
Reluciente como el Sol.
Con su toledana al cinto,
Y en su casco azul airón,
Por territorios de Chasna
Bracamonte se internó,
Cumpliendo así los mandatos
De Lugo el Conquistador.
Cuando avanzaba triunfante
Por la indómita región,
Teatro de las proezas
Relucidas al trovador,
De los guanches, en un bosque
A una indígena encontró,
Que asustada no pudo huir,
Al tropel quedó,
De los airosos jinetes
Del capitán español.
–Nada temas, niña hermosa,
-Le dijo con dulce voz el oficial-
–Soy un noble soldado invasor,
He de hacerte prisionera
Cumpliendo una obligación,
-aunque sé que la cautivo
Por su hermoso resplandor-
–Tendrá como reina, un trono
Dentro de mi corazón.
Tal dijo a sus tenientes,
Ya que estas órdenes dio:
–¡Tratad a mi prisionera
Con respeto y fruición
Y con todos los honores
Con que la he tratado yo,
–Nunca mal piense una hermosa
De ningún noble español!
Y después hasta tal punto
Su caballo le ofreció.
De escolta le estoy oyendo
Con su fiel servidor.
Pasaron cortos los días,
Días de grata emoción,
Para el galante poeta.
De la moza se prendó
Con el más puro entusiasmo,
Con el más ardiente amor.
Una noche la cautiva
Hasta sus brazos llegó.
El espíritu altanero
Y el indómito tesón.
Un sigilo suavemente
Invade su corazón,
De la cárcel de sus penas,
Del campamento español.
Eso fue un duro golpe,
Un horrible torcedor
Para el capitán que, triste,
Bien doliente se ofreció
Y sacrílego renegaba
Hasta de su propio Dios.
Y en sus delirios de fiebre
Idénticas estas palabras
Repetía con dolor:
–¿Por qué la tome cautiva
Cuando el cautivo era yo?
–¿Cómo olvidar a la Bella
Si siempre viéndola estoy?
Y de un mal que no se cura
Sino con besos de amor,
El poeta Bracamonte,
De gravedad enfermó.
Con la lengua de los siglos
Nos dice la tradición,
Que al pasar ya de retorno
El ejército invasor,
Por los pinares de Chasna
El Capitán exclamó:
–“En este lugar de amores
Una tarde vi la flor.
Vi la flor, flor de mis sueños,
Adiós para siempre, adiós.
Y la triste despedida
De un capitán español,
Nombre y fama
A un pueblo han dado,
Al pueblo de Vilaflor,
Lugar muy delicioso,
De las Canarias,
La flor.